El aprendizaje diario.

El calor hastía. El cuerpo languidece y la mente divaga otro poco y se monta sobre nubes que la trasladan a otro sitio, uno en donde el verbo en grito de la gente no se oye, no la espanta, no la aturde. 
La música de las nubes es ligera, mas taladra en la lucidez demasiado pronto. Esparce lo que piensa como escarcha sobre los recuerdos, tocándolos levemente, rozando la historia contada de tantas formas distintas durante tantísimos años en una reproducción automática programada especialmente para ella, resonando en cada cajón del cerebro, haciendo eco en las guaridas de las polillas que giran ciegas e ingenuas al ver la luz del exterior. No debiese salir nada de ese sitio, no debiese abrir las puertas de aquellas cosas que dolieron tanto. No debiese quedar ciega y no puede hacerlo. Quizás no quiere. ¿Por qué siempre se pregunta las mismas cosas? 

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